viernes, 23 de diciembre de 2011

Sólo una conocida

La primera vez que te vi fue en el negocio de tus padres, y desde ese momento supe que eras diferente de todas las demás.Tu sonrisa no era vacía ni hipócrita. Tenías un aire gentil y eras amable con cualquiera que entrara por la puerta. En el instante en que nuestras miradas se cruzaron, supe que me había enamorado de ti: tú me hechizaste.

Los días pasaron y te volviste mi amiga; mientras, yo me convertí en una presa fácil que cazabas lentamente para tu mayor placer. Con tu manera de ser me fuiste envolviendo en tus redes: una mujer fuerte y decidida que no necesitaba la protección de nadie. Qué iba a saber yo: tampoco necesitabas la mía.
Pasábamos horas hablando sin parar. Me gustaba tu forma de pensar, tan atrevida y aventurera: pero ahora todo eso había cambiado. No lograba sacarte de mis pensamientos: te convertiste en mi adicción. Repetía nuestros encuentros en mi mente una y otra vez, analizando detenidamente lo que te gustaba. Utilizaba mis reflexiones para encontrar la manera de hacerte sonreír. El movimiento de tus labios podía enloquecer a cualquiera, incluyéndome.

Una noche me armé de valor y fui a tu casa con el sólo propósito de besarte. Logré mi cometido. Mi sorpresa fue que tú también me besaste. Yo te enseñé a besar con pasión, con amor. Tú me confesaste que ningún hombre te había besado como yo lo había hecho. Comenzamos una relación a escondidas, como lo fue nuestro primer beso entre los arbustos a la vuelta de tu casa.
Poco a poco me fui dando cuenta de tu coquetería y de mis celos. Cuando hombres que no conocía, mis amigos o tus amigos se acercaban a ti, o cuando cualquier mujer, conocida o no, tu amiga o mía, te hablaba, la rabia estallaba dentro de mí. No soportaba la idea de que alguien más pudiera acercarse a ti como yo lo había hecho; nadie podía robarme tu amor ni tu amistad.
Después de dos años dedicados enteramente a ti, decidiste dejarme libre. Dijiste que no querías hacerme daño, que no querías interponerte en la realización de mis sueños, como si no hubieras sabido que durante todo ese tiempo mi única razón para existir eras tú. A los pocos días, me enteré que la verdadera causa de tu partida había sido una mujer que alguna vez conocimos en un bar.
Pobre muchacha” pensé, “no sabe el dolor que le espera.”

Durante cinco años no supe de ti, pero cuando me dejaste, nunca imaginé que terminaríamos de esta manera: tú con tu nueva diversión, tomándola de su mano, contándome cómo es que se conocieron hace una semana, mientras mi esposo nos mira de lejos en una mesa de aquél café donde una vez prometiste amarme eternamente. Me preguntas cómo estuvo la boda y dónde fue la luna de miel. “Todo ha sido como lo soñé” te he contestado. Mientras tanto, tu entretención acaricia mi vientre de casi nueve meses. Sí, estoy embarazada.
He cumplido todo lo que anhelaba y tú todavía no sabes qué quieres.

Nos despedimos: me das un abrazo y luego, imperceptiblemente, besas un lado de mis labios; yo no siento nada por ti.Encantada de conocerte” le digo a tu amiga. Ustedes se alejan y sonrío: sigues enamorada de mí y yo ya te he olvidado. 
“¿Quién era?” pregunta el amor de mi vida.
Me pierdo en su mirada y le contesto: “Sólo una conocida”